No que quieras, sino que puedas seguir arrastrándote por la sombra, a salvo de los ojos de todos que no paran de mirar.
Claro que fue fácil esconderse por un tiempo, mucho tiempo, muy fácil (recónditos lugares trae el cuerpo y la mente dónde guarecerse en pleno día, en plena noche, de vos, de los perros, de la lluvia...).
No traigo ahora restos de aquella tierra; los dejé en el camino, en el medio, para los otros.
Sí, que los encuentren, que los levanten y los pongan al sol para ver mejor, que se les parta el gesto y que sepan, que sepan todo, y al final, sufran.
Porque claro que encontrarse en la escalera del subte y ni siquiera mirarse lo mínimo como para saber que estamos ahí, en la escalera del subte, y llenarse los dientes de palabras que cuenten todo lo que hacemos, todo lo que tenemos, lo bien que aprovechamos las putas horas del día, hace sentir bien a cualquiera.
Intentemos ahora, como un ensayo íntimo, detenernos en la escalera, solos, y pensar en lo que hacemos. Intentemos practicar el silencio dando por cierto que nadie espera que le contemos nada, que a nadie le interesa si te llenás las horas de actividades, de analogías folosóficas, de textos de Bukowski o de fideos con tuco. Qué harías?
Ves que todo lo que hacemos es para tener algo que decir en la escalera del subte?
Clarita la muda! Me acuerdo de ella. No sé como venía la historia, pero sí sé que un día decidió dejar de hablar. Sabia Clara, Clarita la muda... La historia era triste, pero no me acuerdo.
Otra vez: ni la tristeza hace que recordemos.
Falta falta falta tanto y tanto para que pueda comprender cómo es todo ésto.
Ahora sí, me voy a dormir.
Yo prefiero llenarme las horas de sueño, por ahora, sabiendo que en las escaleras voy a seguir mintiendo un poco más cada día si no hago algo que a ustedes les guste.
19.5.09
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