Me paro,
una mujer al centro
que no dista tanto del sueño
como de las ganas de dormir.
Se encarama hacia el silencio
y pretende entender:
miles de huellas, trazos al vapor,
escenas de película, un sonido grueso,
el ardor de sus párpados,
el margen del renglón.
Esboza, yerta, la sonrisa del convencido,
que sabiendo de certezas
y de verdades compartidas
encuentra gozo en todas sus mentiras, mientras
hábilmente,
su discurso no la absuelve.
27.2.09
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