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Sabemos que no la espera. Pero Lucía no lo sabe. Se entusiasma, y no le cuesta, con la idea del amor. Planifica, fantasea, imagina, diagrama e idealiza cada detalle del encuentro: llega, él la espera parado, apenas apoyado de perfil en la pared, la mira sonriendo. Ella fingirá que no lo vió, al menos a esa distancia. Luego levantará la cabeza, distraída y le devolverá la sonrisa justo antes de besarlo, justo antes de que la abrace y que dure. El la mira a los ojos, le acaricia las mejillas con las dos manos. Ella baja los ojos, un poco por vergüenza, un poco por seducción, él la guía hasta la puerta y la invita a mirarse a los ojos toda la noche hasta descubrir quien es cada uno. Lucía levanta el teléfono: “ Hola, llegué tarde ayer y no te pude contestar el mensaje. Hoy tengo una cena, me había olvidado. Te confirmo después igual. Un beso niña.”
21.11.07
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