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Lucía está nerviosa, le duele la panza y salta arriba de la cama, comiéndose una uña. Se marea, un poco. También le baja la presión. Se acuesta concentrada en los puntos luminosos que ve a través de sus párpados. Empieza a distinguir algunas figuras, todas llenas de luz: largas cintas plateadas, espirales, rocas, ramas de árboles secos, madejas de hilo; y toman cada vez más forma y color: una mesa dibujada, una cama revuelta, una canilla abierta, una mirada, un cenicero, un graffiti en imán, una carcajada hermosa y un abrazo. Lucía se levanta despacito. El pie todavía le duele y renguea. Mira el morado de su uña y, tan anarco como cada uno de sus pensamientos, estallan en su cabeza esos ojos, enormes, de muchas pestañas, de madera pulida (por momentos, cuando se miran muy cerquita, sí, en ese momento, parecen dos lagos de miel), llenos de brillo. Lucía tiene miedo, no sabe todavía por qué, pero muy en el fondo se elabora la respuesta: nunca la miraron de esa manera, nunca fue tan débil frente a una persona y tan fuerte al mismo tiempo. Sucede que esta vez Lucía está enamorada. Saca la botellita de agua helada del congelador (hay cosas que no cambian), pone la pava y espera. Lucía escribe: “Camino. El entrecejo en las baldosas. Furia, es una palabra que no me disgusta tanto como me asquea decirla. Hasta la posición de los labios es desagradable. Suena a escena clave de telenovela mexicana.
Me encanta, cuando como milanesas, el juguito de la ensalada de tomate, mezclado brutamente con los restos de mayonesa y pan rallado del plato, bien mojadito con pan.
Sueño muchas veces, que me caigo. Como todo el mundo. Nada especial.
Siempre digo que mi color preferido es el verde, pero creo que, profundamente, amo el color azul. Si, es el azul. Pero tampoco para ponerle semejante título. No tengo ganas de excluir colores. Es una costumbre que aborrezco. Sí, me gusta pintar. Pinto horrible, al margen de que pueda darle un clima de creatividad. Ni ahí se plasma en la puta hoja. Nunca. Subo las escaleras. Odio los marcos de las puertas. Parecen que tuvieran que rendir culto a algo. Claro, a la puerta!. Son como imágenes fieles, postradas y empotradas. Innecesarios .Hace un tiempo que tengo una sensación extraña. No sé que es. Dije que era extraña. Los pies dirigen su propia orquesta. Fuera de mi. Camino por la línea amarilla. Me toco la punta de la nariz. Los pies siguen chuecos. Anexaré en día mas inteligente.
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