Miro las manos de una mujer:
manos que marcan el pulso de sus palpitaciones;
manos zurcadas de tuneles reviejos que transportan sangre vieja, revieja;
manos de infinitos amarillos, rojos y violetas;
manos con uñas fuertes, grandes garras;
manos que ya no tejen como antes sus sufrimientos;
manos que se acarician, se reposan y se descansan;
manos de palmas huecas, domesticadas;
manos que sostienen el bálsamo del vicio;
manos que acaban de perder un hijo y que sostienen, persitentes, cada lágrima consecuente.
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