16.8.06

Descuajeringues

Muere tenaz el vértigo justo
en el origen de su seno.
Sin siquiera advertir
su duelo, acaricia lo tibio
como intentando entrar sin ira
sin miedo.
Adentro esperan mares de sangre
hirviendo, lava que emerge para aliviar el dolor que enrosca
voraz el último espasmo.


Cae de rodillas, enterrándose su mano
pegoteada, almibarada, se pega al polvo y no tarda
en amortiguar su cabeza
que se parte
en desilusión contra la tierra.

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